Espermidina: qué es, para qué sirve y cómo extiende la vida útil

Hoy quiero hablarte de una de mis moléculas favoritas en el campo de la salud y la longevidad: la espermidina. Es tan interesante que aparece en los tres libros que he publicado, cada vez desde una perspectiva distinta. Pero ya iba siendo hora de dedicarle un espacio propio, más a fondo, para explicar qué es, para qué sirve y por qué cada vez más estudios la relacionan con el envejecimiento saludable.

Historia: cómo se descubrió la espermidina

La historia de la espermidina arranca en 1678, aunque no se conocía con ese nombre. Todo empezó con Antonie van Leeuwenhoek, pionero de la microscopía, que al observar el semen humano encontró unos cristales curiosos. Aquella sustancia fue bautizada más adelante como espermina, en referencia a su origen (del latín sperma, semen).

Ya en 1878, el químico alemán Ludwig Brieger logró identificar formalmente esa molécula, y en el proceso también aisló otro compuesto relacionado: la espermidina, una versión más simple de la espermina (de ahí el sufijo -idina). Así nació el nombre de esta molécula que hoy vuelve a cobrar protagonismo.

¿Qué es la espermidina?

La espermidina es una molécula que forma parte de la familia de las poliaminas naturales. Dicho de forma sencilla, las poliaminas son compuestos pequeños que contienen varios grupos amino (–NH₂), algo así como “garras químicas” que les permiten unirse con facilidad a otras moléculas.

Gracias a su reducido tamaño y a esos grupos amino, la espermidina tiene carga positiva en condiciones normales del cuerpo humano, lo que se conoce como pH fisiológico. Esto le permite interactuar de forma estable con moléculas de carga negativa, como el ADN y el ARN, responsables de almacenar y transmitir nuestra información genética.

Por este motivo, a menudo se dice que la espermidina actúa como un “pegamento iónico”: se adhiere al material genético y a otras moléculas relevantes para estabilizarlas o regular su actividad. Además, debido a su estructura, las poliaminas —incluida la espermidina— son bastante estables y resisten bien tanto ambientes ácidos como alcalinos.

Aunque fue descubierta originalmente en el semen, la espermidina está presente en prácticamente todas las células vivas, desde bacterias y levaduras hasta plantas y células humanas. Y no es casualidad: desempeña funciones esenciales para la vida celular, como veremos a continuación.

Qué hace en el organismo (funciones y beneficios)

Limpieza celular (autofagia)

Uno de los efectos más estudiados de la espermidina es su capacidad para activar la autofagia, un proceso esencial que funciona como el sistema de reciclaje interno de nuestras células.

Imagina una célula como una pequeña ciudad. Con el tiempo, se acumulan residuos: piezas rotas, herramientas en desuso, maquinaria dañada… La autofagia se encarga de recoger ese material viejo (como proteínas mal formadas o estructuras deterioradas) y lo transforma en piezas reutilizables. Así, la célula reconstruye lo que necesita con sus propios recursos. Es limpieza, ahorro y sostenibilidad en uno.

La espermidina actúa como un interruptor que activa este sistema. Cuando está presente, las células eliminan los desechos con más eficacia. Y lo más interesante: si se bloquea la autofagia, desaparecen muchos de sus beneficios. Esto indica que la autofagia no es un efecto secundario, sino el núcleo de su acción.

Dicho esto, estudios recientes han demostrado que la espermidina solo potencia esta vía —y extiende la vida útil celular— cuando está activada una enzima (GNMT) dependiente de la glicina. Es decir, necesitamos tener glicina disponible para que la espermidina exprese todo su potencial. En este artículo de mi blog puedes ampliar información sobre su importancia y cómo evitar déficits, algo clave si buscas llevar tu salud a otro nivel.

En resumen, si hay suficiente glicina, la espermidina ayuda a nuestras células a “sacar la basura” y reutilizar lo que sirve, una estrategia fundamental para mantenerlas jóvenes y eficientes.

Estabilidad del ADN y crecimiento celular

La espermidina cumple un doble papel clave dentro de nuestras células: protege el ADN y favorece un crecimiento celular saludable.

Por un lado, actúa como una arquitecta molecular. Se une al ADN y al ARN (el material genético y su copia de trabajo) para mantener la estructura compacta y ordenada de la cromatina, la forma en que el ADN se organiza dentro del núcleo. Esto lo protege frente a daños y garantiza que los genes funcionen correctamente.

Además, contribuye a estabilizar las membranas celulares, esas “paredes” que separan el interior de la célula del exterior. Esa estabilidad es esencial para su integridad y buen funcionamiento.

Por otro lado, la espermidina actúa también como una obrera especializada en la construcción de proteínas. Participa en una modificación crucial de un factor llamado eIF5A, indispensable para fabricar nuevas proteínas. Este proceso está directamente ligado a la capacidad de las células para crecer, dividirse y reparar tejidos.

Cuando los niveles de espermidina bajan, el crecimiento celular se frena y la regeneración se resiente. En cambio, con niveles adecuados, las células se renuevan mejor y afrontan el estrés con mayor eficacia.

Efectos sobre la longevidad y el envejecimiento

En los últimos años, la espermidina ha ganado protagonismo en el campo de la longevidad. ¿Por qué? Porque podría actuar como un geroprotector: una molécula que no solo ayuda a envejecer mejor, sino que tal vez permita vivir más tiempo.

Todo empezó con estudios en organismos simples como levaduras, gusanos y moscas, que vivían más cuando recibían espermidina. Más adelante, se vio que las células inmunitarias humanas en laboratorio también sobrevivían más tiempo al ser expuestas a esta molécula. Incluso en ratones mayores, la suplementación con espermidina mejoró su salud general y alargó su vida media.

¿Y cómo lo consigue?

Los investigadores han observado que reduce el daño celular provocado por el estrés oxidativo —algo así como el “óxido” interno que acumulamos con los años—, y además activa genes implicados en la autofagia, el sistema de reciclaje celular del que ya hemos hablado. Esto ocurre porque modifica la forma en que se empaqueta el ADN, facilitando la activación de genes beneficiosos. El resultado: menos residuos celulares y mayor supervivencia.

Muchos expertos comparan su efecto con el de una restricción calórica, una dieta baja en calorías que ha demostrado alargar la vida en animales. Pero con una gran ventaja: la espermidina logra resultados similares sin necesidad de pasar hambre.

Y no todo se queda en el laboratorio. Algunos estudios en humanos han detectado que quienes consumen más alimentos ricos en espermidina tienen un menor riesgo de morir por cualquier causa, comparado con quienes consumen menos. Un dato prometedor.

Salud cardiovascular

La espermidina no solo parece beneficiar la longevidad en general, sino que también cuida del corazón, ese motor que nunca se detiene.

Un estudio publicado en Nature Medicine en 2016 mostró que ratones tratados con espermidina durante toda su vida no solo vivían más, sino que mantenían el corazón en mejor estado. Estos animales presentaban menos hipertrofia cardíaca (engrosamiento del músculo del corazón) y conservaban mejor su función diastólica, es decir, la capacidad del corazón para relajarse entre latidos, algo que suele deteriorarse con la edad.

¿El secreto? Una vez más: la autofagia, esta vez activada en las células del propio corazón. La espermidina ayudaba a eliminar componentes dañados y a reducir la inflamación crónica de bajo grado, dos factores clave en el envejecimiento cardiovascular.

Y no todo queda en ratones. Los mismos investigadores analizaron datos en humanos y encontraron que quienes consumían más espermidina a través de la dieta tenían presión arterial más baja y menor incidencia de enfermedades cardíacas al envejecer.

Por eso, algunos científicos ya proponen la espermidina como una estrategia dietética prometedora contra la hipertensión y la insuficiencia cardíaca en edades avanzadas.

Eso sí, como ocurre con todos los estudios en animales o basados en observaciones, hay que ser prudentes. Aun así, las piezas encajan: la espermidina activa mecanismos clave como la autofagia, protege las mitocondrias y reduce la inflamación. Todo apunta hacia un corazón más limpio, eficiente y resistente al paso del tiempo.

Cognición y salud cerebral

El cerebro también sale ganando con la espermidina. En estudios con animales, ratones mayores que recibieron esta molécula mejoraron su memoria, tanto para recordar lugares como para situar eventos en el tiempo. Un hallazgo nada menor cuando hablamos de envejecimiento.

¿A qué se deben estos efectos? Principalmente a que la espermidina activa la autofagia en las neuronas, ayudando a eliminar residuos que se acumulan con los años: mitocondrias dañadas, proteínas tóxicas y otros restos que entorpecen el funcionamiento cerebral. Es como si barriera las telarañas que se van formando con la edad.

Lo más prometedor es que estos beneficios no se han quedado solo en ratones. En 2018 se publicó un pequeño estudio en personas mayores con deterioro cognitivo subjetivo, una etapa inicial antes de una posible demencia. Durante tres meses, un grupo tomó un suplemento rico en espermidina y otro un placebo. ¿El resultado? Quienes tomaron espermidina mejoraron de forma significativa en pruebas de memoria, mientras que el otro grupo no mostró cambios.

Los investigadores creen que estos efectos podrían deberse a la autofagia o a la reducción de la neuroinflamación, dos procesos clave en el envejecimiento cerebral.

Aunque fue un estudio preliminar y con pocas personas, abre una puerta esperanzadora. De hecho, ya están en marcha ensayos más amplios y prolongados, como el llamado SmartAge, para comprobar si los efectos se mantienen y son consistentes.

Efectos antiinflamatorios

Uno de los enemigos silenciosos del envejecimiento es la inflamación crónica de bajo grado, también conocida como inflammaging. No se trata de una inflamación aguda —la que provoca fiebre o enrojecimiento—, sino de un fuego lento que daña los tejidos con el paso del tiempo.

Aquí también entra en acción la espermidina. Aunque no actúa como un antiinflamatorio directo, favorece la autofagia, lo que permite eliminar residuos celulares que podrían activar respuestas inmunes innecesarias. Menos basura molecular, menos alarma inmunitaria.

Además, en estudios con animales, la espermidina modificó el comportamiento de ciertas células inmunes, como los macrófagos. Les ayudó a adoptar una actitud más calmada (tipo M2), en lugar de la versión más agresiva y proinflamatoria (M1). También redujo niveles de moléculas inflamatorias como el TNF-α, lo que sugiere que contribuye a un entorno celular más estable y menos inflamado.

Cómo aumentar los niveles de espermidina

Potenciar la síntesis endógena

Asegurar la disponibilidad de SAMe

La síntesis de poliaminas depende del SAMe, la segunda molécula más utilizada por el cuerpo. Sin SAMe, no hay espermidina. Y con la edad, su disponibilidad disminuye.
Además, el organismo necesita SAMe para muchas otras funciones esenciales, por lo que su “reparto” es limitado.

Cómo aumentar el SAMe se sale del enfoque de este artículo, pero lo desarrollo en profundidad en mi libro “Epigenética Nutricional”.

Mejorar la microbiota

Además del SAMe, una microbiota intestinal sana es clave para producir espermidina.
Algunas bacterias la sintetizan al digerir pectina, una fibra presente en el albedo (la parte blanca de la cáscara) de cítricos como naranjas, limones y pomelos. También abunda en la piel de manzanas verdes (como las Granny Smith) y en el membrillo fresco (no en los procesados del supermercado).

En resumen: una dieta con suficiente pectina y un equilibrio microbiano saludable activan nuestra “fábrica bacteriana” de espermidina. Y si además mantenemos una mucosa intestinal sin inflamación, mejorará la absorción de las poliaminas producidas.

Ayuno intermitente

El ayuno intermitente, además de sus beneficios metabólicos, también parece aumentar los niveles intracelulares de espermidina. Se ha observado este efecto en levaduras, moscas, ratones e incluso en humanos.
¿Por qué ocurre? Porque al faltar nutrientes externos, las células activan rutas de supervivencia, incluyendo una mayor producción de poliaminas para inducir autofagia y protegerse.

En modelos de laboratorio, bloquear esta síntesis redujo los efectos positivos del ayuno sobre la longevidad. Todo indica que la espermidina es parte clave del mecanismo pro-vida del ayuno.

Fuentes externas de espermidina

Suplementación

El creciente interés científico ha impulsado la aparición de suplementos nutricionales de espermidina, habitualmente elaborados a partir de extracto de germen de trigo. Suelen aportar entre 2 y 5 mg por cápsula.
Dosis más altas, como las de 10 mg, no elevan significativamente los niveles circulantes debido a las limitaciones en la absorción y al rápido metabolismo de esta molécula.

Dicho esto, no recomiendo gastar dinero en suplementos: no son económicos, la pureza no está garantizada y esas mismas cantidades se pueden obtener fácilmente con ciertos alimentos. Vamos a ver cuáles.

Alimentos

La espermidina está presente sobre todo en alimentos fermentados o envejecidos. Destacan:

Germen de trigo
Nattō (soja cocida y fermentada)
Guisantes secos
Setas shiitake
Quesos muy curados: chédar, parmesano, manchego y quesos azules

Para alcanzar una cantidad equivalente a la de los suplementos (5 mg), basta con consumir por ejemplo:

20 g de germen de trigo
25 g de queso cheddar curado (mínimo 1 año de maduración)
55 g de setas shiitake

¿Hay riesgos o contraindicaciones?

Sí. Uno y relevante: el cáncer. Lo explico.

La espermidina tiene un papel dual en el cáncer:

Protector: Mediante la activación de la autofagia, efectos antiinflamatorios, regulación del estrés oxidativo, modulación del ciclo celular y apoptosis selectiva de células tumorales, puede proteger frente al cáncer. Especialmente para que no se produzca y en etapas tempranas, al frenar el crecimiento tumoral y prevenir metástasis.
Potencialmente perjudicial: Niveles muy elevados —sobre todo si provienen de células tumorales— pueden crear un entorno inmunosupresor y favorecer la proliferación y progresión del cáncer. Esto se ha observado especialmente en fases avanzadas o en tipos específicos, como glioblastomas y cánceres gastrointestinales.

El consejo más prudente:

Evitar la suplementación directa en personas con cáncer activo o avanzado, especialmente en los tipos mencionados. Podría favorecer la progresión tumoral e inhibir la respuesta inmune.

Eso no implica que deban eliminarse por completo los alimentos ricos en espermidina, que forman parte de muchas dietas saludables. Lo recomendable es evitar grandes cantidades o suplementos concentrados y, sobre todo, consultar siempre con el oncólogo antes de tomar decisiones dietéticas en este contexto.

Conclusión: ¿vale la pena prestar atención a la espermidina?

Definitivamente, sí. La espermidina no es una moda pasajera: es una molécula con una trayectoria científica sólida y en expansión. Su capacidad para activar la autofagia, estabilizar estructuras celulares, y modular procesos clave como la inflamación o el estrés oxidativo, la sitúa en un lugar privilegiado dentro de la investigación sobre longevidad.

Desde la salud cardiovascular hasta la función cerebral, pasando por su potencial como geroprotector, sus beneficios son amplios, aunque aún necesitamos más estudios en humanos para confirmar su eficacia como suplemento.

La buena noticia es que no hace falta recurrir a suplementos costosos ni de pureza incierta. Podemos obtener cantidades relevantes de espermidina a través de la alimentación —germen de trigo, quesos curados, setas shiitake— y potenciar su síntesis con estrategias como el ayuno intermitente, una buena microbiota y niveles adecuados de SAMe (algo que desarrollo en mi libro Epigenética Nutricional).

Y como siempre en salud, el contexto importa. En casos de cáncer activo o avanzado, conviene actuar con prudencia y evitar recurrir a suplementos.

Cuidar tus niveles de espermidina es otra pieza del puzle de la salud celular y la longevidad. Y como has visto, hay formas sencillas, naturales y accesibles de hacerlo.