Acabo de terminar el libro Sorprende a tu Mente, de Ana Ibáñez (el cual recomiendo), y hay una frase en él que me ha hecho reflexionar:
“La calidad de tu vida depende de dónde pones tu atención”
Es una frase mucho más importante y lúcida de lo que parece a simple vista. Creo que tiene toda la razón; la calidad de nuestra vida depende de algo tan fundamental (y simple) como esto. Sin embargo, rara vez nos detenemos a evaluar dónde ponemos nuestra atención y solemos dejarnos llevar por la inercia.
Desde que nos despertamos, sin darnos cuenta, se fragua una lucha a nuestro alrededor por captar nuestra atención: nuestros hijos y pareja, clientes, compañeros de trabajo, la notificación de la red social de turno (WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram, YouTube…) que nos invita a leer un mensaje o ver un video, foto, meme o cualquier otra cosa; las noticias de Google o del periódico; yo mismo, para que leas este artículo o mis libros; Netflix, para que veas su serie; Spotify, para escuchar su música o podcasts; y mil etcéteras más.
La calidad de nuestra vida depende de las decisiones que tomemos, conscientes o inconscientes, sobre dónde ponemos nuestra atención. Si dedico el 100 % de mi atención a mis clientes (algo que probablemente todos debamos hacer), quizá no pueda atender al 100 % a mis compañeros, o tendría que restar tiempo a mi familia y amigos. Si “decido” pasar una hora al día (o más) haciendo “scroll”, leyendo titulares de noticias, viendo videos y memes en WhatsApp, o publicaciones de otras personas en redes sociales, tal vez deba sacrificar tiempo para hacer ejercicio, leer un libro, jugar con mis hijos, dormir más o tomar un café con un amigo. El tiempo es finito; el día solo tiene 24 horas.
Cuando intento inculcar a mis clientes más sedentarios la importancia de integrar en sus vidas el hábito de realizar actividad física diaria, muchos me dicen que “no tienen tiempo”. Salvo en contadas excepciones, la mayoría de las veces no es verdad (aunque ellos lo crean); nunca es una cuestión de tiempo, siempre es una cuestión de prioridades: a qué cosas das prioridad en tu vida, dónde pones tu atención.
Donde no ponemos la atención, no existe; por tanto, con nuestra atención, tenemos el poder de hacer que algo exista o no para nosotros en un momento dado, y eso es mucho poder. Podemos dirigirla hacia cosas que aporten valor a nuestra vida, que no aporten nada, o que incluso resten. Lo mismo ocurre con los pensamientos: si enfocamos nuestra atención en cosas negativas, ¿cómo va a ser nuestro estado de ánimo?
En definitiva, merece la pena reflexionar sobre dónde ponemos nuestro foco.
Evaluar si realmente estamos dirigiendo nuestra atención hacia donde queremos o si simplemente nos dejamos llevar por la inercia, robándonos tiempo para hacer otras cosas que nos gustaría y para las que “no tenemos tiempo”.
Tener claro el destino al que queremos llegar cada día y, aunque los inevitables acontecimientos e imprevistos no nos permitan avanzar en línea recta, al menos evitar que los “secuestradores de atención” nos lleven en la dirección contraria.
“La atención es la toma de posesión de la mente y, por tanto, nos permite seleccionar nuestra realidad
”
William James
(Filósofo y psicólogo del siglo XIX)