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Luz. Equilibrio lumínico para maximizar tu salud y bienestar: La ciencia detrás de la «vitamina L»

Amanece en una playa

Tranquilos, no me he vuelto loco; sé perfectamente que la vitamina “L” no existe. Es solo una metáfora.

Como prometí, he hecho una pausa en la escritura de mi próximo libro para compartir con vosotros un tema fundamental si queremos sentar las bases para una salud global óptima.

Desde que se publicó un estudio a finales del año pasado sobre cómo una exposición inadecuada a la luz puede favorecer los trastornos psiquiátricos, he estado deseando escribir un artículo al respecto. Este tema, al igual que el de la hidratación adecuada que traté en un artículo anterior, creo que está subestimado. La mayoría de las personas no le presta la atención que merece, a pesar de su enorme impacto en los ritmos circadianos, la calidad del sueño y, en consecuencia, en nuestra salud mental y física. Supongo que esta falta de atención se debe en parte al desconocimiento (justo lo que intento contrarrestar con este artículo), pero también parece que lo sencillo, lo que es fácil de corregir y no cuesta dinero, no nos atrae tanto como la última tecnología, gadget, fármaco o suplemento que promete milagros.

Este tema va más allá de la ley de Pareto; creo que se encuentra en ese 10% de acciones que generan el 90% de los beneficios. Sin embargo, seguimos preocupándonos por millones de detalles que apenas aportan al conjunto, como si es mejor comer la fruta antes o después de las comidas, si la L-carnitina nos ayudará a «quemar» más grasa, o si la melatonina nos hará dormir mejor, entre otros. Y, mientras tanto, ignoramos lo realmente importante.

Si proviene de la naturaleza y es gratuito, como la luz solar y el agua, o muy económico, como la sal o el sodio; si es un proceso o mecanismo que ha evolucionado y se ha perfeccionado con nosotros a lo largo de millones de años, como escuchar a nuestro cuerpo y responder a nuestras sensaciones; o si es una práctica ancestral a la cual estamos genéticamente adaptados, como consumir alimentos naturales, mantenernos activos, adaptarnos a diferentes temperaturas y exponernos a la luz de manera natural, entonces, a menudo, parece que no nos impresiona. Lo que ha sido esencial para nuestra supervivencia y evolución se considera menos atractivo que las soluciones modernas. En fin…

Vamos al tema.

El Estudio

Se trata de una investigación realizada con aproximadamente 87.000 participantes durante casi dos años, llevada a cabo por institutos de salud mental y cerebral, así como por centros de trastornos circadianos y del sueño de diversas universidades en Australia, Reino Unido y Estados Unidos. El objetivo era determinar si la alteración de nuestros ritmos circadianos, provocada por la exposición antinatural a la luz artificial en la actualidad, constituye un factor de riesgo ambiental para las enfermedades psiquiátricas.

Los ritmos circadianos son ciclos biológicos de aproximadamente 24 horas que regulan funciones fisiológicas y comportamientos en los organismos vivos, como el ciclo sueño-vigilia, la alimentación, la temperatura corporal y la actividad hormonal, entre otros.

Los resultados del estudio revelaron lo siguiente:

  • Mayor riesgo con la luz nocturna: Una mayor exposición a la luz artificial durante la noche se asoció con un incremento de hasta un 30% en el riesgo de desarrollar trastornos como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, psicosis, trastorno bipolar, conductas de autolesión, así como un deterioro en el estado de ánimo y bienestar general.
  • Beneficio de la luz diurna: Una mayor exposición a la luz natural intensa durante el día (luz solar) se vinculó con un menor riesgo de padecer las afecciones psiquiátricas mencionadas.

Además, el estudio destacó dos puntos clave:

  1. Asociaciones independientes y sinérgicas: Las dos asociaciones (demasiada luz nocturna y escasa diurna) eran independientes, pero se potenciaban mutuamente. Es decir, podían presentarse por separado, pero si ambas ocurrían simultáneamente, la gravedad de las enfermedades se intensificaba.
  2. Efecto dosis-respuesta: Los síntomas se agravaban proporcionalmente con una mayor exposición a la luz nocturna y una menor exposición a la luz diurna.

Existen dos excepciones importantes:

  1. Trastorno bipolar: En personas con trastorno bipolar, la mayor exposición a la luz nocturna es perjudicial, independientemente de la cantidad de luz diurna que reciban.
  2. Psicosis: En casos de psicosis, se observó lo contrario: una fuerte reducción de los síntomas psicóticos a medida que aumentaba la exposición a la luz diurna, sin importar la exposición a la luz nocturna.

El estudio concluye que «evitar la luz durante la noche (noches más oscuras) y buscar luz durante el día (días más brillantes) constituye una intervención no farmacológica sencilla, gratuita, fácil de implementar y efectiva para mejorar significativamente la salud mental. Abordar esta desviación de nuestros ciclos naturales de luz y oscuridad podría mejorar de manera general la salud mental en las sociedades industrializadas».

En la parte práctica de este artículo, exploraremos las posibilidades y métodos a nuestro alcance para favorecer esta adaptación, ya que nuestro estilo de vida actual, en el cual pasamos más del 90% del día en interiores, nos lleva en la dirección contraria: nuestros patrones de exposición a la luz son menos intensos durante el día y más intensos durante la noche, en comparación con los patrones naturales con los que hemos convivido a lo largo de nuestra evolución.

Los resultados de este estudio, aunque útiles como evidencia para los escépticos, no deberían sorprendernos. Creo que todos intuimos que en épocas en las que los días son más cortos (menos luz total al final del día) o en días lluviosos o grises (menor intensidad de luz), nuestro ánimo no es el mismo que en las épocas de mayor acceso a la luz. Esto se conoce como Trastorno Afectivo Estacional. De ahí que, en los países o regiones más soleados y con mayor luminosidad, las personas suelen tener, en general, un carácter más alegre que en las zonas más septentrionales.re que en las zonas más septentrionales.

Mecanismos Biológicos

En la retina tenemos unas proteínas llamadas opsinas, que desempeñan dos funciones clave:

  1. Capturan la luz: actúan como fotorreceptores.
  2. Reaccionan a esa luz: generan y envían señales al cerebro.

Dependiendo del tipo de opsina, algunas señales nos ayudan en la visión y otras en la regulación de nuestros ritmos circadianos y biológicos, influenciadas por el color y la intensidad de la luz ambiental que reciben.

  1. Opsinas de cono: Son responsables de la visión en color y de los detalles en condiciones de buena iluminación. Existen varios tipos de opsinas de cono, cada una respondiendo a un rango específico de longitudes de onda (colores). Las más relevantes para nuestro tema actual son:
    • Luz de onda larga: Responde a colores que van hacia el naranja y el rojo, típicos del amanecer y el anochecer.
    • Luz de onda corta: Conocida como luz azul, predominante en la luz diurna brillante.
  2. Opsinas de bastón: Son esenciales para la visión nocturna y la percepción de la luz en condiciones de baja luminosidad, pero solo permiten ver en blanco y negro.

Opsinas NO formadoras de imágenes

Estas opsinas son menos abundantes y no contribuyen a la visión como tal, pero son fundamentales para la regulación de los ritmos circadianos y otros procesos fisiológicos. Entre ellas, nos interesa especialmente la melanopsina.

La melanopsina se encuentra en un tipo específico de células llamadas ganglionares, o más precisamente, en las células ganglionares intrínsecamente fotosensibles de la retina. Estas células recubren la parte posterior del ojo y juegan un papel crucial en cómo nuestro cuerpo responde a la luz, regulando no solo los ciclos de sueño-vigilia, sino también otros procesos biológicos clave.

Ritmos circadianos y procesos fisiológicos

Tan pronto como estas células reciben la luz, reaccionan al tipo de longitud de onda (color) de dicha luz y envían señales al hipotálamo, específicamente al núcleo supraquiasmático, que es donde se encuentra nuestro reloj circadiano maestro. Este reloj regula y sincroniza nuestros ritmos biológicos. Básicamente, estas células le dicen al reloj: “ahora está amaneciendo, ahora es de día, ahora está anocheciendo, y ahora es de noche”. Basándose en la información recibida, el reloj envía señales al cuerpo para ajustar sus funciones: “está amaneciendo, eleva la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y los niveles de cortisol porque es hora de activarse y enfrentar el día; está anocheciendo, disminuye el cortisol y libera melatonina porque es momento de prepararse para dormir y descansar”, entre muchos otros aspectos (estudio). Importante, ¿verdad? Pues el asunto no acaba aquí.

El reloj del cerebro recibe señales de luz

Funciones cognitivas

Después, el núcleo supraquiasmático envía información al hipocampo, una región del cerebro implicada en funciones cognitivas como el aprendizaje y la memoria. La actividad del hipocampo está modulada por los ritmos circadianos, que influyen directamente en la plasticidad sináptica, es decir, en cómo las conexiones entre las neuronas se fortalecen o debilitan, algo esencial para el aprendizaje y la memoria.

Por si todo esto fuera poco, en 2018, un estudio descubrió otro hecho relevante: estas células de la retina también envían señales a otras partes del cerebro, como la amígdala y la habénula, que están profundamente implicadas en la depresión y los estados de ánimo. La habénula juega un papel crucial en la modulación y liberación de neurotransmisores clave en la regulación del estado de ánimo, como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina. Además, la habénula influye en la motivación, el procesamiento emocional, la toma de decisiones y las respuestas al estrés y al dolor. En resumen, una exposición inadecuada a la luz afecta directa y negativamente nuestros estados anímicos, favoreciendo la aparición de estados depresivos y otras enfermedades mentales.

Importancia del tiempo de exposición a la luz

Podemos hacernos una idea de la importancia del correcto funcionamiento de este sistema. Probablemente sea uno de los mecanismos mejor conservados evolutivamente, presente en todos los seres vivos, desde organismos unicelulares hasta los más complejos, como nosotros.

Además de que nuestra retina reciba, en los momentos adecuados, las señales correspondientes a la longitud de onda de la luz (naranja/rojiza al amanecer/atardecer y azul durante el día), otro factor relevante es la cantidad de tiempo que pasamos expuestos a la luz natural del sol y su intensidad. El reloj circadiano suma los fotones (partículas de luz) y mide la cantidad total de luz recibida durante el día (estudio). No es lo mismo estar expuesto 30 minutos en un día nublado que tres horas en un día soleado. De la misma forma, puede producirse el mismo efecto tanto si se pasa poco tiempo bajo luz muy brillante como si se está mucho tiempo en un día gris; es decir, no importa si se recibe mucha luz de manera concentrada o poca a lo largo de mucho tiempo. Al final del día, solo cuenta la cantidad total de luz recibida, y cuanta más, mejor (hasta que el sol se pone).

Cuanto más tiempo pasamos expuestos a la luz exterior durante el día, experimentamos un mejor estado anímico, una mejor calidad de sueño, un menor riesgo de depresión, menos inestabilidad emocional, un menor uso de fármacos, más placer y satisfacción en lo que hacemos, más ganas de hacer cosas y menos cansancio (estudio).

El tema no concluye aquí, ya que, curiosamente, no solo poseemos melanopsina en los ojos, sino también en otros tejidos del cuerpo:

  • Tejido adiposo: Se ha demostrado que la exposición a la luz azul diurna reduce el tamaño de las células de grasa. Por el contrario, la falta de luz diurna contribuye a la disfunción del tejido adiposo, así como al sobrepeso y la diabetes (estudio).
  • Vasos sanguíneos: La luz azul solar provoca la relajación de los vasos sanguíneos mediante una vía independiente de la del óxido nítrico. Esto disminuye la presión arterial y mejora el flujo sanguíneo, optimizando el suministro de oxígeno y nutrientes a los tejidos, además de facilitar la eliminación de desechos (estudio).
  • Piel: La activación de la melanopsina en la piel por la luz azul ofrece protección contra el daño por radiación UVA (estudio) y podría ayudar a prevenir el melanoma (estudio).

Toda esta información nos va poniendo sobre aviso de que una inadecuada exposición a la luz no solamente afecta a la salud mental, sino que tiene repercusiones a nivel sistémico y a nuestra longevidad. Esto ha quedado demostrado por este reciente estudio de 2024 que capturó 13 millones de horas de datos de sensores de luz usados ​​por 89.000 personas mayores de 40 años, concluyó que: «aquellos con noches más brillantes y días más oscuros tenían un mayor riesgo de mortalidad prematura, después de tener en cuenta factores sociodemográficos y de estilo de vida.»

Resumen

Si nuestra retina no recibe la información adecuada sobre el momento del día en que nos encontramos (a través del tipo de longitud de onda de la luz, es decir, el color), nuestros ritmos circadianos estarán desregulados. Esta desregulación afecta negativamente a tres funciones esenciales: 1) las fisiológicas (como la correcta secreción hormonal y la calidad del sueño), 2) las cognitivas (memoria y aprendizaje) y 3) las mentales (estados de ánimo y enfermedades mentales como la depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, ansiedad, entre otras). Además, dado que la melanopsina se encuentra también en otras partes del organismo, su activación mediante una suficiente exposición a la luz azul diurna del sol (y la restricción de la nocturna) mejora la salud metabólica y cardiovascular, además de las funciones fisiológicas, cognitivas y mentales ya mencionadas.

Todo esto se consigue “solo” con una exposición a la luz similar a la que han experimentado nuestros ancestros y con la que hemos evolucionado durante millones de años. Lo mismo ocurre con la alimentación, el movimiento, etc. ¿Nos suena?

PARTE PRÁCTICA

En la parte teórica, hemos visto que, en cuanto a la luz y la adecuada exposición a ella, hay tres aspectos fundamentales para impactar positivamente nuestra salud global (o, al menos, para evitar un impacto negativo):

  1. La longitud de onda de la luz: Recibir cada color de la luz en sus momentos adecuados.
  2. La cantidad de luz: Cuántos fotones (partículas de luz) recibimos a lo largo del día. Durante el día, cuantos más, mejor.
  3. La intensidad de la luz: Medida en luxes. Alta intensidad durante el día y muy baja por la noche, una vez que el sol se ha puesto.

Lo Ideal vs. Lo que Hacemos

Sabiendo esto, lo ideal sería una exposición a la luz lo más cercana posible a la que nuestros ancestros experimentaron durante millones de años de evolución. Sin embargo, el estilo de vida en las sociedades industrializadas nos lleva en la dirección contraria a lo que nuestro organismo necesita y espera recibir. Vamos a analizarlo en función de las cuatro fases luminosas principales del día.

Amaneciendo

Lo ideal

Exponerse a la luz rojiza/anaranjada (onda larga) del amanecer tiene un gran impacto en la regulación de los ritmos circadianos, ya que adelanta estos ritmos, haciendo que nos despertemos más temprano y nos entre sueño más pronto por la noche. Además, esta exposición matutina afecta positivamente la regulación de ciclos biológicos clave, como los hormonales y enzimáticos. La intensidad de esta luz es de aproximadamente 100 luxes justo cuando sale el sol, aumentando a 500 luxes 30 minutos después.

Lo que hacemos

Lo habitual es que durante el amanecer estemos durmiendo, o despiertos pero dentro de nuestros hogares, lo que impide comenzar a sincronizar nuestros ritmos biológicos de manera natural. Esto provoca un retraso en esos ritmos, lo que nos lleva a acostarnos más tarde. Como resultado, dependemos del despertador para levantarnos, interrumpiendo nuestro sueño (crucial para el descanso y la reparación sistémica) y dejando que el cansancio nos acompañe durante todo el día.

Por el Día

Lo ideal

Durante el día, lo óptimo es pasar mucho tiempo expuestos a la luz azul (onda corta). Esto activa al máximo la melanopsina, lo cual es beneficioso para la salud mental y cognitiva. Cuanta mayor sea la intensidad de la luz y más tiempo estemos expuestos a ella, mejor. Aunque esta exposición no afecta directamente a los ritmos circadianos, su impacto en nuestra salud es significativo. La intensidad de la luz diurna alcanza alrededor de 10.000 luxes a media mañana y a media tarde, llegando hasta 15.000 luxes al mediodía solar en un día con cielos medio despejados, mirando en la dirección opuesta al sol. En un día soleado y mirando directamente al sol, la luz puede superar los 100.000 luxes.

Chica tomando el sol con los brazos abiertos

Lo que hacemos

En lugar de aprovechar la luz natural intensa, a menudo pasamos el día en interiores con luz artificial, mucho menos intensa. Incluso cuando la luz natural entra a través de ventanas, los rayos ultravioleta B son filtrados, lo que reduce aún más la intensidad de la luz y altera su espectro, además de impedir la síntesis de vitamina D. En el mejor de los casos, en un interior muy luminoso con grandes ventanales, podemos llegar a unos 3.000 luxes de intensidad si estamos frente a ellos, disminuyendo a unos 200-500 luxes si estamos de espaldas.

Anocheciendo

Lo ideal

Exponerse a la luz rojiza o anaranjada (onda larga) del anochecer es fundamental para regular los ritmos circadianos, aunque en sentido opuesto a la luz del amanecer: la luz del anochecer tiende a retrasar estos ritmos, haciendo que nos despertemos y sintamos sueño más tarde. La exposición equilibrada a ambas luces ayuda a mantener ritmos circadianos saludables. Si alguien desea adelantar sus ritmos porque tiene dificultades para dormir temprano y despertarse con energía, debería exponerse a la luz del amanecer y evitar la del anochecer. Por el contrario, aquellos que prefieren retrasar sus ritmos circadianos deberían hacer lo opuesto. La intensidad de esta luz es de unos 2.000 luxes 30 minutos antes de la puesta del sol, disminuyendo a unos 200 luxes durante la puesta misma.

Lo que hacemos

Aunque en esta fase del día solemos tener más oportunidades de estar al aire libre, la mayoría de las personas continúa dentro de interiores, ya sea en casa, en el coche, en el gimnasio, o incluso aún en el trabajo.

Por la Noche

Lo ideal

Lo ideal es reducir al máximo la exposición a la luz artificial nocturna, especialmente a la luz azul. Se trata de desactivar la melanopsina tanto como sea posible. Cuanta menos luz recibamos por la noche, y cuanto menos intensa sea, mejor será para nuestra salud. Aunque la luz azul del día no afecta directamente los ritmos circadianos, la exposición nocturna a esta luz sí afecta la calidad y duración del sueño, así como el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades mentales. En un entorno natural por la noche, la intensidad de la luz es prácticamente nula (cero luxes); en una noche de luna llena y despejada, la luz apenas alcanza 0,5 luxes.

Lo que hacemos

Cuando más necesitamos reducir la exposición a la luz, seguimos usando luces artificiales en casa, además de las pantallas de dispositivos tecnológicos como móviles, tabletas y ordenadores. En casa, con luces artificiales, podemos estar expuestos a unos 400 luxes, y si miramos la pantalla del móvil, sumamos otros 400-500 luxes. Además, no solo estamos expuestos a una mayor intensidad de luz, sino que esta luz es de tipo azul (similar a la luz solar), lo que confunde a nuestro cerebro y lo hace pensar que aún es de día, inhibiendo la liberación de melatonina y manteniendo altos los niveles de cortisol, lo que perjudica nuestro sueño y bienestar.

Estamos expuestos a una cantidad insuficiente de luz durante el día (déficit), demasiada luz durante la noche (superávit), y carecemos de la exposición a la luz rojiza o anaranjada del amanecer y anochecer. Esta desregulación en nuestra exposición a la luz está provocando una alteración de nuestros ritmos circadianos, afectando negativamente la sincronización de nuestros ritmos biológicos. Como consecuencia, aumentan el riesgo de fatiga, los estados de ánimo bajos, y las enfermedades mentales.

Estrategias para Minimizar Daños

Dicho todo lo anterior, hay que ser realistas: para el 99,99% de nosotros, es prácticamente imposible cambiar por completo nuestro estilo de vida. Por lo tanto, el objetivo debería ser minimizar los daños.

Forzar el estar más al aire libre

Aunque inicialmente no lo parezca, siempre podemos organizarnos mejor y hacer un esfuerzo consciente para intentar pasar el mayor tiempo posible al aire libre. Cualquier momento es adecuado, siempre que podamos; si es posible, al amanecer y al anochecer, mejor, y si no, durante el día. Al mediodía solar, la intensidad de la luz solar es mayor, lo que lo convierte en un momento más efectivo: en menos tiempo, podemos acumular más fotones. Siempre que no estemos obligados a estar en el trabajo, en casa o en un coche, debemos intentar estar al aire libre. Como ya sabemos, no hay un límite superior: cuanto más tiempo, mejor.

Reducir el uso de gafas de sol

Las gafas de sol están diseñadas precisamente para reducir la cantidad de luz que llega a nuestros ojos, es decir, actúan en dirección contraria a lo que buscamos durante el día: acumular el máximo de fotones. Dependiendo de la categoría de las gafas, que varía de 0 a 4, filtran más o menos luz; la categoría 3, que suele ser la más común, filtra entre un 82% y un 92%. Esto no significa que no se puedan usar nunca. Si estamos en un día especialmente brillante, en particular con el sol de frente, y más aún si estamos conduciendo, entonces sí es recomendable usarlas. El mensaje es evitar usarlas por costumbre y hacerlo solo cuando realmente las necesitamos.

Aumentar la luz en interiores

Para situaciones en las que, por diversos motivos, sea imposible exponerse a la luz exterior, el objetivo debe ser aumentar artificialmente los luxes en el interior donde pasemos la mayor parte del día, que normalmente será nuestro espacio de trabajo. Cuanto más luminoso sea, mejor. Esto se puede lograr de dos maneras:

  1. Aumentando la cantidad y potencia de las luces disponibles, y asegurándonos de que sean luces blancas/frías (temperatura de color = 6500 K), las más similares a la luz natural del día.
  2. Usando una lámpara de luminoterapia en tu escritorio (tipo esta o esta), diseñada especialmente para este propósito, para reducir el déficit de luz diurna.

Reducir la intensidad de las luces artificiales

Es recomendable disminuir la intensidad de las luces en casa por la noche. Ya existen dispositivos que permiten regular la intensidad de las luces en nuestros hogares. Sin embargo, si no disponemos de uno, siempre podemos optar por usar la mínima luz indispensable que nos permita realizar las tareas que tengamos pendientes.

Utilizar luces cálidas

Intenta que las luces sean de una temperatura lo más cálida posible (<2700 K).

Usar gafas bloqueadoras de luz azul

La luz azul de las pantallas digitales y las luces artificiales en casa pueden engañar a nuestro cerebro haciéndole creer que todavía es de día, lo que puede interferir con la producción de melatonina, la hormona que necesitamos para dormir y que además es una potente molécula antioxidante y antienvejecimiento.

Reducir la luz de dispositivos electrónicos

La luz del móvil puede emitir entre 500 y 1000 luxes a 20 cm de nuestros ojos. Tenemos dos opciones para minimizar este daño:

  1. Bajar la intensidad (brillo) al mínimo posible.
  2. Usar las opciones de filtro de luz azul que traen los móviles y tabletas, en las que se pueden configurar las horas activas (por ejemplo, de 19:00 a 07:00) y el nivel de filtro (selecciona el máximo). Esta función se suele encontrar en los ajustes, en “Pantalla y brillo” -> Android: “modo lectura o luz nocturna”, e iOS/iPhone: “Night Shift”.

Bueno, tenemos una tercera opción, que es aún mejor: no usar el móvil por la noche. No solo por lo dicho anteriormente, sino porque lo que hacemos con él (redes sociales, leer noticias, etc.) activa el cerebro, manteniendo los niveles de cortisol altos e inhibiendo la melatonina, justo lo contrario de lo que necesitamos para preparar al cuerpo para un buen descanso.

Uso de software de ajuste de luz en PC o portátil

Si tienes que usar un PC o portátil, existe un software gratuito muy útil llamado “f.lux”. Este ajusta automáticamente la temperatura del color y el brillo de la pantalla según la hora del día, reduciendo la emisión de luz azul y cambiando hacia tonos más cálidos o rojizos a medida que se acerca la noche. También permite personalizar los ajustes de acuerdo con las preferencias del usuario y su ubicación geográfica para sincronizar los cambios con los horarios de amanecer y atardecer locales.

Algo tan simple de corregir y barato como recibir más luz durante el día y menos durante la noche no debería tener excusas para no llevarse a cabo. Ya hemos visto cómo esto afecta la adecuada regulación de nuestras funciones fisiológicas (hormonas, etc.), el sueño y descanso, nuestro estado anímico, aprendizaje, cognición, memoria y la reducción del riesgo de muchas enfermedades mentales. Ahí es nada.

***

PD: Para los frikis y curiosos como yo, existen aplicaciones para el móvil (yo uso una llamada Lux Light Meter Pro) que miden la cantidad de luxes que están recibiendo tus ojos en un momento o entorno concreto. Si te interesa evaluar tu entorno en interiores y compararlo con lo que tendrías en uno exterior/natural en ese momento, estas aplicaciones pueden ser muy útiles. La aplicación utiliza el sensor de luz del móvil, que está en la parte frontal (arriba de la pantalla), por lo que lo ideal es que lo pongas a la altura de los ojos y con la pantalla en la dirección hacia donde miras. Lo dicho: nivel superior de frikismo.

Foto de Curro Clavero
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